El clima juega un papel fundamental en la producción de nuez de pecán, afectando directamente su calidad, rendimiento y desarrollo. Este fruto, originario de América del Norte, necesita condiciones específicas para crecer de manera óptima.
La temperatura es uno de los factores clave. El pecán requiere inviernos fríos para entrar en dormancia, una fase de reposo necesaria para un correcto desarrollo en primavera. Sin suficientes horas de frío, la floración y la producción pueden verse afectadas. Sin embargo, temperaturas extremadamente bajas pueden dañar los brotes y reducir la cosecha.
En primavera y verano, el árbol necesita temperaturas cálidas y una buena disponibilidad de agua. La sequía o las olas de calor pueden perjudicar la formación del fruto, provocando nueces de menor tamaño y menor contenido de aceite. Por ello, en regiones con veranos secos es esencial contar con sistemas de riego eficientes.
Las lluvias también tienen un impacto importante. Un exceso de humedad en otoño, cuando se desarrolla la cáscara y madura la nuez, puede aumentar la susceptibilidad a enfermedades fúngicas y retrasar la cosecha. Por el contrario, una falta de lluvias puede provocar frutos con cáscaras más duras y menor calidad.
Además, los fenómenos climáticos extremos, como huracanes, heladas tardías o vientos fuertes, pueden dañar árboles y afectar la producción a largo plazo.
Para minimizar estos impactos, los productores aplican técnicas como el manejo del riego, la selección de variedades resistentes y el monitoreo climático. Adaptarse a las condiciones del entorno es clave para garantizar cosechas exitosas y la mejor calidad en la nuez de pecán.